Juana Rivadeneyra de Bravo: rol femenino diferente ( 4 parte y última)
De
los hijos de Ángel Bravo y Leonor Ramírez destacaría Armando, quien al fallecimiento de Juana Rivadeneyra, sus hijas Clotilde y Luz lo tomarían a su
cargo y le prestarían atenciones, así
como lo apoyarían para convertirse en destacado arquitecto.
Arquitecto Armando Bravo junto a la capilla de las Animas que construyó. Grabado del maestro Gregorio Zoza |
La
desaprobación de esa desavenencia familiar entre Ángel y su madre quedó claramente advertida en la disposición testamentaria
de Juana Rivadeneyra, pues siendo el
único varón no fue designado albacea de
la familia, sino Clotilde Bravo y a
falta de ella, su hermana Enriqueta. Además instituyó como únicas herederas
de los bienes a sus hijas: Clotilde, Enriqueta y Luz.
Para
Ángel únicamente se le daría:
Sexta: A mi hijo
Ángel Bravo de Rivadeneyra, lo instituyo y nombro heredero por lo que respeta
únicamente a las siguientes fincas de mi propiedad, a las que fueron
respectivamente de los señores Ángel Piña y Lorenzo Prado en Cosautlán: a la
denominada Tlacontla que fue del señor Julio Arancuriza a las que están en San
Marcos; una en la cuesta del Vaquero y la otra en el Cerro: el Potrero de
Tlapexcal, situado en Cosautlán y la casa situada en la tercera calle del
Progreso en esta ciudad.
Séptima: Es mi voluntad que mi expresado hijo, quede
excluido de la herencia por lo que respecta a cualquiera otra clase de mis
bienes, distintos de los inmuebles mencionados en la cláusula próxima anterior,
y que si pretende mas de lo que dejo. Si en cualquier forma origina disgustos a
sus hermanas o formula reclamaciones contra ellas, como sin derecho, deje de
subsistir la institución hecha a su favor, y en forma misma hereden mis hijas
los bienes a que se refiere la
precedente cláusula sexta.[1]
La disposición podía ser una muestra
del comportamiento de la sociedad de
entonces y no muy alejada de la actual, cerrada y negada a relacionarse con
personas que no pertenecieran al mismo status social.
Por otra
parte, cuando mencionamos que Juana Rivadenyra de Bravo fue una
mujer fuera del patrón de entonces, nos referíamos a las actividades que
realizó dentro del campo de las finanzas. Destacó como prestamista, convirtiéndose en persona de singular importancia, dado que ese oficio estaba
reservado para personas del sexo masculino, los cuales acrecentaron sus
capitales mediante préstamos a particulares. Prestamistas que eran ampliamente
conocidos en la región e incluso fuera de ella, quienes no sólo prestaban a
lugareños sino también a nacionales y extranjeros que se establecieron en
Coatepec y la región.[2]
La solvencia económica de la familia
Bravo Rivadeyra le permitió ejecutar ese
tipo de operaciones en gran escala. Préstamos que fueron otorgados mediante la respectiva hipoteca de
inmuebles que garantizaban el pago y no
arriesgaban el capital facilitado. Sin
embargo resulta curioso que el interés no sea tan alto pues nunca pasó del 1%
mensual.
Dentro de las operaciones que
tenemos noticias sobresalen las que realizó entre 1893 y 1894, aunque las
continuó a lo largo de su vida. En
términos generales los préstamos fluctuaban entre 225 hasta 5500 pesos y en los 1893-1894 la suma
prestada ascendió a 25,659 pesos. Los deudores eran de Coatepec, Cosautlán,
Piedra Parada y Teocelo. Entre los nombres figuraban Lorenzo Prado, Vicente
Valencia, Catarina y Nicandra López, Ernesto Rebolledo, Bernardina Hernández,
Jesús Pulido, Marcelino Sánchez, Marcela Polanco y otros.
Cabe
destacar que también Juana Rivadeneyra prestó ciertas sumas sin cobrar
intereses como las que realizó a Feliciano Zárate , Eulogio Landa y José María,
en Coatepec
Por
otra parte, Juana Rivadeneyra acrecentó su fortuna mediante la compra de varias
propiedades en la región; actividad que continuaron practicando sus familiares.
En 1907 Clotilde Bravo aparecía como propietaria en el cantón de Coatepec Ver.,
de la hacienda La Providencia con 200 hectáreas dedicadas a la siembra de café
y a la crianza de ganado vacuno.[1]
Hoy en día a pesar de la riqueza
acumulada y del sitial de prestigio de que gozó, Juana Rivadeneyra de Bravo
yace olvidada, en una destruida tumba del Panteón Municipal de Coatepec. Esa mujer, que participó activamente de la vida económica de la región y que sobresalió
por el rol de vida que ejerció diferente a la de muchas otras de su época.
[1]
Soledad García Morales, “Análisis de la Estadística de 1907. Haciendas y
Hacendados”, en Veracruz un Tiempo para
contar, México, UV-INAH, 1989, p.169.
[1] Archivo
General de Notarias, Testamento de Juana Rivadeneyra de Bravo, 22 de mayo de
1903, realizado ante el notario Patricio García y Sedas, Coatepec, Ver,
[2]
Gran cantidad de esos préstamos han quedado consignados en los archivos
notarias de Jalapa y Coatepec de finales del siglo XIX y principios del XX.