¡TIERRA A LA VISTA…!

20 de octubre 2017 viernes 

            (Segunda y última parte)                  

Con 47 años encima, Don Cristóbal no disimuló a los monarcas su algarabía. Con toda honestidad y confianza firmó con el reino de Castilla y Aragón, el convenio de las Capitulaciones de Santa Fe, adquiriendo un sinfín de compromisos, sin importarle la letra chiquita del reverso de la hoja, que pocos años después sus descendientes impugnaron. Todo estaba planchado, Colón ya tenía embarcaciones avitualladas, cartas astronómicas de su maestro Pablo Toscanelli, libretas nuevas, lápices con punta, la bitácora empotrada; solo le faltaba ir al puerto de Palos a negociar con el sindicato que controlaban los Pinzones, para que le comisionaran, con todas las prestaciones, algunos de sus agremiados.
                 
 El guía, sonreía alegremente y para nada escondía su emoción al hablar del navegante ¿Su relato sería verdad?, ¿sería mentira?; entendimos con claridad que "su historia" con gusto la compartía y así lo seguimos escuchando:

            “…en el monasterio de La Rábida, la primera noche de agosto, el almirante no durmió; repasaba de memoria los nombres de sus 87 marinos y grumetes de Sevilla, de Palos, de Moguer, de Huelva, de Lepe y uno que otro que no era andaluz. En el muelle del Puerto de Palos de la Frontera, al suave movimiento del agua, las tres naves atracadas, chirriaban sus maderas acompasadas, esperando su próxima partida”

“…el viernes 3 de agosto del 92, nuestro hombre a bordo de La Santa María, —de escasos 23 metros de largo—, veía como el viento le hinchaba las velas de mesana, de gavia y de trinquete, alejándolos lentamente del bullicioso puerto; el rumbo apuntaba a San Sebastián en las Canarias; nadie se amedrentaba a navegar a lo desconocido y para no perder los vientos del este la flota entró al Atlántico abierto. Pasados veinte días los argonautas andaluces se aterraron por la quietud del Mar de los Sargazos, cuyas algas que flotaban, les dieron la impresión de ser tierra firme. El almirante hizo sus apuntes con datos falsos para apaciguar el pánico de la tripulación. Los hombres de La Niña y la Pinta, embarcaciones de escolta, eran también enterados”.  

“…los días pasaban y sus esperanzas de pisar tierra se desvanecían; sin embargo, para no caer en depresión, Colón se aferraba a sus creencias e irradiaba confianza. Le obsesionaban, si lograba su objetivo, las recompensas en efectivo que obtendría, y que los reyes le habían prometido. El vigía de La Pinta, Rodrigo de Bermejo "el de Triana", exactamente a los 67 días de haber dejado Las Canarias, el 12 de octubre, desde su cofa gritó ¡TIERRA A LA VISTA!. Bajando por los obenques, santiguándose, dio gracias a Dios y a la Virgen del Pilar, por el milagro de salvarles la vida”.

            Mirando el reloj, el guía dio por terminada la charla. A la insistencia con la pregunta del quinto viaje de Colón, respondió: —está bien, nos vemos después de la comida en el restaurante "Abades", aquí enfrente, en Triana.

            Amigos, la comida estuvo ¡de rechupete...! El próximo año regreso por el epílogo, total me dijo que lo buscara por la Maestranza.  

¡Ánimo ingao...!!!
Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz