Notas históricas sobre los arcos de San Jerónimo
Por Jorge Vela
Un posible origen.
Los arcos son, por sí mismos, un elemento profundamente simbólico cuyos
ornamentos vegetales remiten a la abundancia y a la vida. Sobre su origen existen
numerosas versiones, y algunas forman parte de la tradición oral. Los autores de
cada testimonio coinciden en denominar a su respectiva postura -una presunciónpues, hasta hoy, no existen datos sólidos que nos arroje la verdad sobre este
tema. Sin embargo, sus narrativas nos permiten aproximarnos a los hechos, toda
vez que ciertos elementos poseen una naturaleza verídica.
Diversos adultos mayores relatan que San Jerónimo habitó la parte alta de la
actual ciudad en tiempos inmemoriales; posteriormente, también sus hijas vivirían
ahí. En el cumpleaños del Doctor de la Iglesia, ellas ofrendaban arreglos florales, los
cuales traían desde su barrio hasta el templo. La ofrenda y su procesión marcarían
el inicio de la tradición de los arcos.
La segunda información referida la comparte el maestro Gregorio Zoza (1965),
quien nos transporta al emplazamiento primigenio de Coatepec para desplantar
su hipótesis. Dice:
“Al llegar a aquel fortín, las dos representaciones [San Jerónimo y San José]
se colocaron en un improvisado altar adornado su fondo o retablo con
hermoso mosaico de hojas y flores de aquellos montes. Al simular el retablo
del altar, fabricaron inconscientemente por primera vez la ofrenda que año
con año se ha seguido haciendo hasta nuestro tiempo, en el que se ha
dado en llamarles “arcos”, que no son sino hermosos retablos de altares,
pero cuando se construyó el de madera que sirvió permanentemente para
el altar de la apenas iglesia en formación, estas ofrendas fueron puestas en
la entrada, siendo este el motivo por el que la parte baja se fue dejando
sin adorno hasta la altura de que pudiera pasar la gente por debajo, de
ahí que se haya venido creyendo que son arcos estas simulaciones de
altar hechas con hojas y flores de tenchos, atadas como posiblemente lo
hicieron en el primero, al recibir a San Jerónimo en su improvisada recién
capilla patronada.”
En su criterio, los arcos fueron alguna vez un retablo efímero que adornó el altar
del santo patrono. Al trasladar el poblado y la iglesia de asiento, esa devoción
tuvo que tomar nueva forma. A pesar de que la función que cumplía la ofrenda
al interior del templo ya estaba satisfecha por un nuevo retablo, esto no menguó
a los indígenas la intensión de confeccionarla. La ofrenda fue -bajada- al centro
de la actual ciudad y colocada en la fachada del templo lo que, tras sucesivas
repeticiones, devendría en la tradición que hoy vivimos.
Por otra parte, el Sr. René Monge (2020) recuerda que de niño, sus familiares
le explicaron que, al momento de construirse el templo de San Jerónimo, fue
requerido que todo el pueblo acudiera a solidarizarse con la causa. Se planeó erigir
la iglesia a la usanza de aquel entonces, por lo que se utilizaría gran cantidad de
madera para su estructura. Así, los coatepecanos se dispusieron a aserrar ciertos
árboles de los bosques para abastecer las vigas requeridas. En su descenso, desde
la sierra hacia el centro de la ciudad, la sucesión de quienes transportaban la
madera era tal que parecía un verdadero desfile. Al percatarse de esto, algunas
señoras del pueblo se apresuraron a colocar guirnaldas de flores a las yuntas que
llevaban la pesada carga, lo que elevó el clamor popular debido a la belleza de
la escena. La procesión fue asombrosa por lo que, entre los hombres del campo,
surgió la idea de realizar una actividad similar, donde se utilizaran grandes troncos
en vez de vigas para conformar un armazón y se recurriría a las exuberantes
plantas de la montaña para confeccionar una ofrenda.
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