Salsa de chile seco de mi corazón
Por Luis David de Todos los Santos.
Mi nombre es Luis David de Todos los Santos, nacido en Michoacán y adoptado por Veracruz. Mi abuela, una migrante tabasqueña que llegó a Xalapa con 15 años de edad, de la mano de su marido veracruzano, tuvo que aprender algunos de los secretos de la gastronomía popular para subsistir en su nuevo entorno. Ella trabajó cocinando en un puesto de la calle, vendía comida para los trabajadores de su rumbo, y lo que más gustaba era su salsa de chile seco, la salsa de la región. No puedo recordar mi niñez sin los viajes a la casa de la abuela, y a mi abuela no puedo recordarla sin antes sentir el sabor de su fenomenal salsa. Tras visitarla siempre nos favorecía con un galón de la obscura substancia la cual compartíamos con los vecinos; el regreso a casa estaba marcado por derramarla en los lugares menos indicados (solo aquellos que la hacen, consumen o conocen pueden imaginar lo que eso significa).
Cuando a los 17 años llegué a vivir a Xalapa, ya era otra ciudad. Mi abuela y su entorno habían cambiado, yo tampoco era el niño que recordaba a la ciudad como eternamente nublada y con chipi chipi. Sin embargo la salsa era reconfortante para el alma; mi abuela me preparaba una picada de chile seco y todo se resolvía, el calor y las ganas de seguir jugando continuaban. Era un estudiante de Filosofía que comía a cualquier hora y en cualquier lugar de bajo presupuesto. ¿Mi salvación? Las picadas de chile seco. ¿Desayuno? Huevos de salsa de chile seco y tamales de salsa de chile seco. Para comer, los chiles secos rellenos de Naolinco, las costillas en salsa de chile seco o, simplemente, la salsa para acompañar cualquier guisado, en cualquier taco. Luego, cuando por trabajo viajé por toda la zona probando la gastronomía, invariablemente la salsa estaba presente en cualquier sitio.
Chile seco. Fotog. Jorge Vela. |
Preparación de la salsa. Fotog. Jorge Vela |
El sabor de la salsa de chile seco me ha acompañado durante toda mi vida, aún ahora viviendo lejos siempre hay de esta salsa en mi refrigerador para que cuando me llega de golpe la nostalgia, debido a un clima nublado, una brisa fresca del campo o un chipi chipi inesperado, si necesito de un abrazo de mi abuela puedo obtenerlo con el sabor de esta salsa. Y ustedes ¿qué sabor llevan tatuado en su corazón? Si me preguntan, sin dudas es esta salsa que mi abuela me regaló. Gracias a Xalapa y a esa región que también me arropó con toda su cultura, gracias a Veracruz, gracias a México, pero sobre todo, gracias al chile y gracias a la salsa de chile seco por tanta felicidad.